dimecres, 12 de maig del 2010

sobre hadas, duendes y princesas


Dicen que los cuentos son “cosas de peques”, y la mayoría de la gente deja de creer en la fantasía y en la magia a medida que va creciendo; pero ellos se lo pierden, o quizá ¿es que nunca tuvieron la suerte de poder disfrutar de la compañía de algún amigo sacado de los cuentos?
En cambio nosotros, durante más o menos tiempo, hemos tenido esa suerte; hemos podido vivirlo, y hemos aprendido y crecido con princesas, hadas y duendes; y es que así era Laura, una chica de 28 años que durante toda su vida fue transparente, mostrando y enseñando todo lo que llevaba dentro: era una princesita sacada de un cuento, siempre buscando a su príncipe azul; ¿y lo encontró? si, ¡claro que sí! en lo alto de las montañas, con un mar de nubes a los pies de esta joven pareja. Era un hada madrina: dulce, sincera, con su sonrisa, siempre al lado de sus amigos, su familia y los peques, a los que como pediatra, tenía que cuidar. Y como no, era un duendecillo travieso, libre, sin miedo, emprendedor; siempre dispuesta a buscar nuevas aventuras en las montañas rodeada de sus amigos. Y sobre todo: era feliz e irradiaba felicidad esperando a que el resto la pudieran seguir
Este personaje era único; era ni más ni menos que pediatra y con ellos: los niños, compartía muchas cosas, entre otras…la pasión por el chocolate!, así como con todas las porquerías que os podáis imaginar: ¿quien ha visto untar un bizcocho con natillas y nocilla? Pues así era ella, disfrutando de estos pequeños caprichos. Le gustaba su profesión y sabía lo que quería: dedicarse a las emergencias; y así disfrutaba ella de las guardias cuando llegaba algún niño con el que hubiera que correr, o en los cursos del hospital, desviviéndose en los simulacros; aunque eso sí, tan despistadilla como siempre: la única capaz de llegar al curso de AITP sin rellenar los papeles, o la única capaz de perder el libro de RCP nenoantal antes de empezar el curso; pero lo importante era lo importante, y eso a ella no se le pasaba por alto, no iba a perder el tiempo con otras cosas, pero si tenía que hacerse un esquema del algoritmo de arritmias en los adultos en un mantel de papel, tranquilos, que ella lo haría y repasando su esquemita se iría a su examen. Siempre encontrábamos en nuestras guardias de urgencias tiempo para deliberar y pensar con el fonendo en nuestra cabeza; dispuesta a enseñar a sus resis pequeñas y contenta y satisfecha al ser consciente de todo lo que íbamos a aprendiendo. Se fue a Argentina a completar su formación, a ganar más experiencia y volvió llena de ilusión y con las ideas muy claras. Encontró su huequecito en su hospital; y sabía que ella conseguiría trabajar y ser feliz en lo que algunos conocemos como la Torre de Mordor (la blanca torre del materno-infantil), pero a ella la oscuridad no le daba miedo, sabía lo que tenía que hacer.

Y por supuesto, era médico, y como buena profesional sabía acompañar a la familia hasta el último momento, aunque fuera duro, pero apoyo y cariño por su parte no faltarían. Pero no nos pasaremos todo el rato hablando de trabajo, no, claro que no…. lo mejor del hospital estaba fuera, con la gente, con sus compis, con sus amigos: “hay que organizar alguna cenita para celebrar…..”. Las cenas pre y post-actividad eran algo muy típico, y como viajes apenas hizo: Kenia, Costa Rica (esa pura vida!!), Senegal, Marruecos, Menoría, Tailandia…y por supuesto: ¡las esquiadas!… (menos mal que el duende que llevaba dentro era muy inquieto, que si no esta antigua tradición se hubiera perdido)…el teatro, el patinaje…. Cualquier cosa era buena siempre que implicara pasar tiempo con amigos, vivir experiencias, cuidar y sacarle una sonrisa al que estuviera más flojillo de moral; y sino solo hay que ver como celebró su último San Jorge: con su pareja y con sus amigos, con flores para todos y con una obra de teatro en la que el azar le volvió a hacer protagonista de la historia, porque allí estaba ella, nuestra dulce princesa, en el escenario disfrutando de la improvisación que le había tocado, con esa sonrisa inolvidable.<

¿Cómo viajan las princesas? ¿y los duendes? Porque claro, damos por hecho que las hadas aparecen y desaparecen, además juraría que hasta tienen alas, ¡que suerte poder volar!.... Pues si, cierto es que Laura no tenía ningún problema en coger un avión, sus esquís e irse hasta Italia, o montar una expedición a los Andes con todo el material que eso implica…pero la mayoría de veces su medio de transporte era su coche… ese que desde R1 le dio tanta libertad: carreteras y más carreteras que recorrer para llegar a sus queridas montañas; horas y horas en el coche, pues como buena catalana descubrió que su hermoso país no tenía fronteras, y horas y horas de catalán con más de una pesada al lado, de las que decían ser sus amigas…Saliente de guardia o en cuanto acabara su jornada, ya estaban tardando, siempre había alguien a quien poder convencer para ir a escalar, a subir alguna mítica montaña, hacer un corredor, un barranco, una travesía... y sino, ya se iría ella sola a Montserrat a disfrutar de esas mágicas montañas y a descubrir que por la noche el bosque cobra vida y que además de vez en cuando te puedes encontrar alguna secta celebrando sus rituales…pero no pasa nada, porque antes de que el miedo pudiera hacerse con ella, ahí tenía a sus fieles amigos para hacerla compañía, nunca la abandonarían.

Su gran empresa fue la de los Andes, pero no solo por las cimas que consiguieron, sino por todo lo que ello implicó. Os he dicho que Laura era un duendecillo y es que era verdad: travieso, sin miedo, con ansia de probar más y más, de seguir descubriendo y haciendo cosas nuevas.., pero eso sí, con unos buenos guantes para tener las manos calientes, pues si el punto débil de Aquiles era el talón, el de Laura eran las manos. Y así transcurrió ese año, en el que junto con sus amigos preparaban esta gran empresa; sabían a donde iban y que ello implicaba estar fuertes y hacer mucha montaña previamente, y eso hicieron. Conscientes también eran de que el conocerse y saber trabajar en equipo era importante; y así fue como poco a poco Laura fue encontrando a su principito entre sus amigos; una persona singular que supo cuidarla como ninguno, y que supo enamorarla poco a poco. Laura se quedaba embobada con sus detalles, con su música, con su compañía..; y así fue como de esta empresa y a 5500 metros de altura nació una bonita historia que el azar o el destino quiso separar 6 meses después…pero aún se escucha la guitarra de este joven caballero, con su música y sus acordes resonando entre las paredes de Montserrat, mientras que un olivo cuida de los montañeros y escaladores, al tiempo que crece mirando al norte. Es ahí donde yace nuestra amiga, ese personaje sacado de un cuento, que día a día tanto nos supo enseñar.

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